Refuxos de Porto Quilmas

Refuxos de Porto Quilmas, la esencia de la Costa da Morte

Has llegado al fin de la tierra, donde los bosques se disuelven en un paisaje de roca y océano indomable. Aquí, en plena Costa da Morte, los Refuxos de Porto Quilmas reinterpretan la tradición marinera con una arquitectura que respeta su origen y, al mismo tiempo, se proyecta hacia el futuro. Inspiradas en las antiguas cabañas donde los pescadores guardaban sus aparejos —refuxos—, estas edificaciones de líneas limpias y techos a dos aguas se funden con el entorno. Un refugio moderno, pero con alma atlántica.

Desde cada cabaña, el horizonte se despliega como una pintura en constante movimiento: el pequeño puerto de Quilmas, la playa cercana, el Monte Pindo elevándose como un monumento natural. A solo 100 metros, una senda privada te conduce hasta la arena, donde el Atlántico se extiende infinito.

Las siete cabañas, diseñadas para parejas, familias o grupos de amigos, ofrecen todas las comodidades sin perder la esencia rústica. En su interior, la madera cálida, las texturas naturales y los ventanales que inundan los espacios de luz crean un ambiente acogedor. Todas cuentan con cama de matrimonio, literas y un sofá cama, además de chimenea para las noches frescas, con kits de leña disponibles bajo demanda.

Y si el mar no es suficiente, hay una piscina climatizada —abierta de mayo a octubre—, perfecta para relajarse mientras contemplas el paisaje. El rumor de las olas, el viento que esculpe las rocas y la sensación de estar en un rincón remoto te cobijan en tu escapada a Galicia.

Más allá del refugio
Desde aquí, puedes recorrer la Costa da Morte en toda su intensidad: senderos que serpentean entre acantilados, vestigios de naufragios que cuentan historias de marineros y peregrinos, y pueblos donde la gastronomía gallega alcanza su máxima expresión en pulpos tiernos, percebes salvajes y vinos blancos con alma atlántica.

En este rincón de Galicia, donde la tierra y el océano libran una batalla eterna, Refuxos de Porto Quilmas te ofrece la posibilidad de detenerte, respirar y ser parte del paisaje. Porque hay lugares que no solo se visitan, sino que se viven.