Sobriedad y elegante arquitectura quedan resumidas en este palacio, perteneciente a un tardío siglo XVII, dónde cada piedra y cada pared nos sugieren una vasta historia y un rico patrimonio artístico. Tras muchos años de tratamiento indebido, afortunadamente han sido Jon Ugalde y Ana Amillano, en 1997, quiénes con su admirable dedicación y esfuerzo han conseguido transformar este lugar histórico en una refinada y agradable estancia. Su impresionante fachada principal está coronada por un escudo en el que podemos leer: “Está rota, pero mi fe no cambiará”, haciendo referencia a la espada rota que aparece en muchos de los escudos de armas de Samaniego. En el interior, la fe del visitante será reconfortada con el arte de la hospitalidad, Jon y Ana hacen lo imposible para hacer que los invitados se sientan confortables. Al mismo tiempo, la cálida alegría de los colores combina bien con la modesta pero confortable decoración: las habitaciones son sencillas, amuebladas con buen gusto y equipadas con todo el confort moderno. Debemos mencionar también la excelente localización del bonito pueblo de Samaniego, que queda protegido por la barrera natural de la Siera de Toloño, uno de los factores que hacen que los alrededores sean tan agradables en cualquier altura del año.