Casa la Rinconada

Durante años, esta fue una de las casas más vivas de Azuelo. En la planta baja funcionaba la tienda del pueblo; arriba vivían los abuelos. Aquí nació el padre del actual propietario. Y aunque el bullicio se apagó, su hijo decidió abrirla de nuevo. No para reinventarla, sino para invitar a otros a sentir el latido de una casa vivida.

Así nació Casa La Rinconada, una casa rural sencilla y acogedora, restaurada con respeto: vigas de madera, muros de piedra, y la puerta en arco que aún da paso a un modo de vida sin prisas. Está en el centro del pueblo, en una calle iluminada por el sol que mira a la sierra.

Se alquila completa, distribuyéndose en tres plantas. En la entrada hay un salón agradable, perfecto para descansar tras una excursión o pasar la tarde conversando. En la primera planta hay tres habitaciones dobles, dos de ellas comparten un balcón con ventanales que miran a la iglesia románica y a los montes. Un baño completo y la opción de añadir camas supletorias permiten alojar hasta ocho personas.

En la última planta, bajo el techo de madera original, se encuentra una cocina amplia y luminosa: horno, lavavajillas, microondas, lavadora y espacio suficiente para preparar comidas en familia o con amigos. También hay un comedor grande, un rincón con sofás y un baño adicional con ducha. Es un lugar ideal para reunirse, leer o simplemente observar cómo cambian las luces del día.

La atmósfera es sencilla y sin artificios: elementos tradicionales conviven con muebles actuales, todo en un ambiente de calma. Hay wifi, aunque lo habitual es desconectar y dejar que el paso del día se sienta de otra manera.

Desde la casa se sale directamente a senderos entre encinas y campos; se pueden recoger flores silvestres o descansar bajo la sombra de una roca. A 10 km pasa el Camino de Santiago, y en media hora estás en Logroño, Estella o en una bodega de La Rioja. Pamplona, Vitoria o Bilbao son excursiones de un día.

En el pueblo no hay supermercados, pero cada mañana llega un repartidor con pan; varios días a la semana también ofrece fruta, carne y productos del entorno. Es parte de la vida cotidiana, pausada y sin estridencias. El aparcamiento no supone problema y, si viajas con mascota, basta consultarlo antes.

Por la noche, el pueblo se sumerge en silencio y el cielo se abre limpio sobre Azuelo. Basta con asomarse al balcón o sentarse junto a la puerta para ver cómo las estrellas empiezan a aparecer, una tras otra, con una nitidez que ya no es fácil encontrar. En ese momento, con buena compañía y el aire fresco del campo, todo parece en su sitio.