Hospes Palacio del Bailío

Las ciudades realmente interesantes son aquellas que han tenido no uno sino dos momentos importantes en su historia. Córdoba es un buen ejemplo, con romanos, visigodos, musulmanes y finalmente cristianos, dejando su huella mediante ambiciosos proyectos de edificación que establecieran y demostraran su talento. Fue la capital de Andalucía, una colonia romana a la que se le concedió la independencia, un centro para refirmar el poderío cristiano y, ahora, una bella ciudad que conserva toda su historia mejor que lo han hecho otras.
Y no hay mejor sitio desde donde explorarla que desde el Palacio del Bailío – que también conserva ruinas romanas en las que albergan unas termas. El hotel es una oda a la belleza y al estilo bien preservado, que se han ido acumulando durante doscientos años desde el siglo XVI en adelante. Lo que vemos ahora incluye graneros, cocheras, establos y – cosa rara para una propiedad en medio del barrio antiguo – un precioso jardín con patios que ocultan jazmín, limoneros y naranjos. El hotel fue en tiempos parte de los terrenos de la aristocrática familia Castejón y su singularidad impulsó al gobierno a declararlo en 1982 monumento de interés cultural. Los diseñadores han elegido para su interior motivos que compaginan su pasado con el siglo XXI, utilizando colores y tejidos que siendo modernos no desdicen de ese ayer.
El coche no es el mejor medio de explorar el casco antiguo, pero el Hotel Hospes Palacio del Bailío está en su corazón; el hotel ofrece a sus huéspedes (los “hospes”) bicicletas con las que desplazarse por esas tortuosas calles. Y, a la vuelta, uno siempre puede relajarse al borde de la piscina.